Foto: El hombre y la naturaleza con la esperanza, la miseria y los santos: The Cloisters, Metropolitan Museum, Nueva York.
Foto: El hombre y la naturaleza con la esperanza, la miseria y los santos: The Cloisters, Metropolitan Museum, Nueva York.
La rareza de sufrir por un propósito mayor es que es intensamente personal; pero lo que importa aquí es la carga de lo personal al asumir la carga de los demás. En este sentido el ejemplo de Cristo sirve como el ejemplo más perfecto, porque en Su modelo nos mostró el sentido preciso y el fin del sufrimiento astral: asumir el sufrimiento ajeno como propio, desde un sentido interior.
Aunque lo demostró exteriormente a través del sacrificio de carne y sangre, nos llama a un sufrimiento interior exactamente del mismo tipo que Gurdjieff mencionó originalmente a través del personaje de su alter-ego Belcebú: asumir una parte del dolor de Su Eternidad.
Esta es una tarea elevada y sagrada y la más gratificante de las prácticas internas; sufrir por otro. Ni siquiera sufrir, por ejemplo, aquí y ahora por lo que otro sufre aquí y ahora, sino asumir el sufrimiento como premisa, sufrir a lo largo y ancho del Ser; sufrir no dentro del tiempo sino incluso a pesar de él.
Este es el sufrimiento que llama; y el cuerpo astral es el cuerpo que puede sufrir así. Sin él, el sufrimiento es aterrador, doloroso e intenso; pero no puede ser sagrado. El sufrimiento sagrado es de otro orden y obedece al llamado de diferentes células, de diferentes moléculas. Está hecho de la materia de los soles.
El amor yace aquí donde comienza un nuevo tipo de sufrimiento.
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